domingo, 21 de noviembre de 2021

Consigna basada en los cuentos de Ballardi (Basada en una experiencia personal)

 De pequeña hubiera pensado que no estábamos destinados a tener una buena relación. Bueno, eso sería mentira porque no creo que una niña entienda lo complejo de las relaciones interpersonales y logre pensar que nunca será mejor, especialmente porque los niños tienen el don de siempre ver un futuro más brillante. De cualquier manera, tenemos que admitir que nuestra relación no ha sido fácil, siempre se ha visto marcada por ciertas situaciones que escapaban de mis manos; sin embargo, hoy te veo y de mis poros brota alegría y amor. Gracias por ser quien me hace sonreír y el que acompaña cuando el sentimiento de soledad me comienza a invadir.

Muchas veces está la creencia de que la distancia arruina las relaciones o las hace más complicadas, aún así, jamás te sentí tan cerca como cuando te tenía a Miles de kilómetros, a muchas horas de viaje y a la incertidumbre de cuando nos volveríamos a abrazar. Otra vez pienso en las cosas que escapan de mis manos, quien diría que una situación política, en la que, definitivamente, no tenemos poder alguno podría influir tanto en la relación de dos personas.

Realmente, no importa, especialmente porque si te extraño puedo tomar mi teléfono, llamar y ver tu cara siempre recibiéndome con una sonrisa, espero que la próxima vez sea con un abrazo, de esos que dabas con la intención de, literalmente, quitar el aliento. Gracias a Dios esa próxima vez se ve cercana, y estoy a meses de poder sentir tu aroma otra vez y de que vuelvas a ser un ser tangible.

O eso creíamos, porque de repente ya no estás y tengo que aprender a vivir sin las charlas diarias y si antes me mantenía la esperanza de un abrazo, ahora tengo que entender que no te puedo volver a ver, ni oír, ni oler, ni estar cerca de ti otra vez. Irónico que la situación política se tornó en algo sin retorno. Aún así, estaré acá, esperando volver a verte, volver a oír tu risa, volver a nuestras conversaciones profundas y volver a sentir tus brazos rodeándome. Prometo esperarte en el porche de la casa y recibirte con todo lo que te gusta y así, tal vez, ya no puedas volverte a ir.  

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