Inés Garland, es una escritora nacida en Buenos Aires, Argentina en 1960.
Entre su repertorio podemos encontrar novelas y cuentos. Su novela “Piedra,
Papel o Tijera” le permitió convertirse en la primera latinoamericana en ser
reconocida con el Premio Deutscher Jugendliteraturpreis en 2014. Entre sus
cuentos encontramos “Azul Turquesa”, “El remolino”, “La penitencia” estos forman
parte de Una Reina Perfecta, además también tenemos “Lo que me hiciste”
y “Oscar” que podemos encontrar en La Arquitectura del Océano. Son estos
los que tuve la oportunidad de leer y de los que comentaré hoy.
La autora, en estos cuentos al menos, muestra una narrativa muy personal
que te envuelve y te lleva al momento en el que se escribe. Peculiarmente, en
estos cuentos (excepto en “Oscar”) vemos un narrador en primera persona, y que,
por lo menos a mí, me hizo sentir como si estuviera conversando con una amiga
acerca de anécdotas vividas. Si bien en “Oscar” el narrador es un testigo,
siento que igualmente te vuelve esta magia de la narrativa que permite creer
que estás observando la historia o que alguien cercano te está contando.
Encontré curiosa una frase de nuestra narradora en “El remolino” que vi
relacionada con Garland. “Me gusta estar atenta a cada detalle”; a fin
de cuentas, se dice que en cada personaje se encuentra un pedazo (alguna
característica) de quien lo escribe. Y es que, como mencionaba unas líneas
atrás, me pareció curioso la relación o similitud que existe entre “La
penitencia” y “Lo que me hiciste”, y, si lo lees como hice yo, podría parecer
una historia presentada en su primera y segunda parte, incluso aunque estas se
presentaron al mundo en distintas ocasiones, siendo el primero presentado en
2008 y el segundo en 2014. Es aquí donde vuelvo a resaltar el sentir que
alguien cercano te esta contando una historia, o incluso, te permite ubicarte
como la persona que narra y la que vivió lo que lees.
Si me preguntan a mí cual de estos cuentos fue mi favorito, diría que “Azul
Turquesa”, si bien, como he dicho hasta acá, Garland tiene un estilo que te
envuelve, para mí fue este cuento el que más me involucró y con el que tuve
mayor conexión. Siento que, al menos yo, pude sentir cada sensación que la
narradora presenta: la tristeza por lo que parece la separación con su esposo,
la angustia de la relación con su hija, la desesperación cuando cree que la
perdió o cuando piensa que no logrará volver a la orilla de la playa, el deseo
que desarrolla hacia el “chilenito”. A mi parecer, todo lo que he destacado de
la escritura de la autora, es observable e incluso diría potenciado en este
cuento.
Definitivamente, Garland permite que lo que bien son cuentos “cortos”, no
se sienten pesados o que contengan mucha información en las tres o cuatro
páginas que presenta; incluso, muchas veces, podrías (como me pasó a mí) quedar
con la sensación de querer o necesitar que la historia se alargue o continúe.
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