martes, 28 de septiembre de 2021

Misión: Asesinar a Freddie Mercury

            Las luces lo alumbraban intermitentemente mientras Dancing Queen de ABBA sonaba en la disco. Una boa de plumas cubría su cuello, y él jugaba con ellas mientras cantaba la canción que podría ser fácilmente parte de su repertorio de vida. Mi felicidad nacía de verlo disfrutando nuestra escapada. Ojalá pudiéramos estar así por siempre.

De repente, un ruido ensordecedor llegó a mis oídos y necesité un momento para recobrar la compostura, me levanté asustado sin poder ver a mi acompañante, y lo empecé a buscar desesperadamente. Caminé entre la poca iluminación y era como si solo hubiera estado yo todo este tiempo en esa disco; sentí algo chocar con mis pies, mire al suelo en busca del objeto y cuando lo vi, era su cuerpo inerte; su cabeza yacía inclinada a un lado y un charco de sangre se encontraba debajo de ella.

Desperté abruptamente, no me encontraba en un club, sino en la soledad de mi cama, mojado de sudor por el drama que acababa de ocurrir en mi sueño. Últimamente las pesadillas invadían mis noches.

Me levanté, miré la hora, 3:45, no creía que podría recuperar las horas de sueño que me quedaban por delante. Decidí ir a la cocina por un vaso de agua, tratando de sacar de mi mente la idea que había perturbado mi sueño. Caminé hacia el gran ventanal que se encontraba en mi sala, y observé la soledad de la noche. Pocos autos se veían pasar y personas muchas menos, por no decir ninguna. Me senté en el sofá que se encontraba a mis espaldas mientras pensaba en la ciudad que daba la impresión de estar a mis pies. Quien tuviera la vista que se encontraba frente a mí, no podría pensar en la desgracia que podría ser vivir en ese lugar.

Me levanté, y volví a mi cama. Mire el techo por un rato largo, pero Morfeo volvió a cargarme en sus brazos por un rato, está vez sin ninguna pesadilla. Desperté por el sonido de la alarma a las 6:00 ¿Quién se podría levantar a esa hora un domingo? Hay gente que se pregunta; mi respuesta es tan estirada como lo soy yo, supongo. A las 8:30 había desayuno familiar de domingo, una desgracia si me preguntan, pero de no ir, mi madre podría infartarse tal vez.

“Desayuno familiar de los domingos” es una especie de sobrenombre para lo que realmente es, charla de negocios familiares y tal vez, arreglar la agenda de la empresa, alguna actividad de vez en cuando o chequear la rutina diaria.

Mi padre había muerto hace 2 años, y a mis 25 años tuve que empezar a encargarme del negocio familiar, una empresa multinacional de seguro de autos, bastante exitosa para ser honestos. Yo había tenido que “continuar con el legado familiar”, aunque honestamente, me habían preparado para eso toda mi vida. Mi educación se basó en ser el futuro dueño de la compañía “Monarca”, y, como hijo único, no es como que hubiera tenido otra opción.

A las 8 me encontraba llegando a la mansión familiar, prefería tomar 30min antes del desayuno para que mi madre hiciera sus preguntas acerca de “mi vida personal” y así en la mesa solo hablar del tema empresarial para poder irme de ahí en cuanto antes. Desgraciadamente, la vida tenía otros planes para mí, y es que, en cuanto llegue, mi madre hizo algunas preguntas rutinarias para luego decirme:

-       He de necesitar que te quedes para el almuerzo también – mi entonces inexpresivo rostro debió haber demostrado terror o algo por el estilo – es por razones de la empresa – continúo ella.

-       ¿Tenemos alguna reunión con algún posible nuevo socio que yo desconozca? – pregunté.

-       Si, algo así – dijo ella dándome la espalda e indicándole algo al personal de limpieza. Mire mi reloj, 8:15, entonces asumí que no se tocaría más el tema de los inversores hasta que la hora del almuerzo llegara. Nos sentamos en la mesa para empezar nuestro desayuno, pero no pude evitar preguntar.

-       ¿A qué hora será esta reunión que pautaste?

-       13:00 – respondió ella y empezó a hablar de asuntos de la empresa. Debí imaginarme el horario. Mi madre era una persona muy ¿exacta?, Todo debía hacerse de la forma y manera que ella pautase, entro eso, los horarios de comer. No creo que haya o haya habido un día en que sus horarios de comida pudieran cambiar, y estoy hablando de al menos 27 años de conocerla.

Quisiera decir que las horas entre el desayuno y el almuerzo transcurrieron rápidamente, pero no. Luego de terminar la comida, y pasados unos minutos (tal vez horas) de la agenda semanal de la empresa, pensé que podría perderme en alguna de las habitaciones de la gran mansión en la que me encontraba, pero mi madre se encontraba un poco inquieta, tal vez me atrevería a decir ¿nerviosa? Si no conociera a mi madre, tal vez no dudaría en lo de nerviosa.

-       Necesito que arregles un poco tu cabello, creo que luce, un poco… desordenado – me miré en el espejo, mi cabello se encontraba tal cual lo había peinado esta mañana. Y no me refiero un peinado despreocupado, digo realmente peinado, como te peinas para ir al “desayuno familiar” de los domingos.

-       Mamá, ¿te encuentras bien? Te ves, un poco… alterada. – rápidamente quitó las manos que tenía sobre mí y me dio la espalda.

-       Sí, sí, sí. Todo bien, solo que, tienes que estar presentable para nuestros socios de hoy – volteó para mirarme de nuevo – es un negocio muy importante el que se cerrará al almuerzo hijo. – todo esto era muy extraño. Yo, el dueño y jefe de la empresa, no tenía idea de qué clase de trato se estaba preparando con estos supuestos socios.

-       ¿Acerca de que es todo esto madre? No tengo idea sobre cuáles socios vamos a ver hoy, y mucho menos el trato que vamos a cerrar.

-       Oh – hizo un ademán con la mano restándole importancia. – no te preocupes por eso, es uno que yo he estado manejando y que le dará muchos beneficios al negocio familiar.

Mi madre siguió inquieta perfeccionando cada cosa a la que podía conseguirle un detalle, y yo traté de perderme en una alguna habitación donde ella no me pudiera encontrar, con esos ánimos, nadie quisiera estar cerca de ella.

Cuando faltaban 15 minutos para las 13hs decidí salir de mi escondite para encontrar a mi progenitora y recibir a nuestros invitados, que llegaron 5 minutos antes de lo acordado. Honestamente no me sorprendía, así son estás personas y si quieres impresionar a la Sra. Campbell, eso es todo lo que tendrás que hacer.

Era un señor, al que estaba seguro de conocer; probablemente algún amigo de mi padre al que tenía algún tiempo sin ver; llegó con quién yo presumía era su hija, una castaña cuyo cabello ondulado llegaba por su pecho, muy bien vestida: pantalones de vestir negro con una blusa rosa palo que combinaban perfecto con sus zapatos.

Claramente, no sabía lo que me esperaba al entrar a ese almuerzo, pero salir pudo ser una de las situaciones más complejas de mi vida. Si, tenía 27 años, pero consideraba que todavía tenía una vida de “joven” por delante, claro que, a mi mamá le costaba aceptar mis gustos en cuanto parejas se trataba, pero yo no consideraba que fuera necesario casarme ante de los 30, incluso 35 diría.

De cualquier forma, mi madre tenía unos planes completamente diferentes para mí. El almuerzo había sido para formar “una alianza” con este empresario amigo de la familia. Buscaban unir ambas empresas bajo el matrimonio que yo podría formar con su hija. Al oír la propuesta mis oídos no podían creer las palabras que acababan de entrar a través de ellos, tuve que levantar la copa de agua frente a mí y tomar un sorbo, aunque lo único que logré fue casi ahogarme con el líquido.

A mi parecer la castaña, cuyo nombre era Sara, ya sabía del plan. Parecía que al único a que todo esto le parecía una locura era a mí, tuve que pedir un momento para retirarme con alguna excusa, y unos minutos después mi mamá llegó a mi búsqueda.

Por una o por otras, tuve que aceptar el matrimonio y tendría que empezar una relación “pública” con Sara por unos meses hasta casarnos. No había tiempo para si quiera conocernos, pues la boda debía darse en menos de un año ¿Por qué tanto apuro? No lo sé, yo también me lo preguntaba.

Los meses habían pasado, nuestra “relación” había sido tan pública como podría serlo para mí, que nunca salía con nadie; para ella no tenía mucha idea de cómo había sido. Traté estos meses de, aunque sea entablar una amistad, aunque se tornó un poco complicado, tal vez a ella le disgustaba todo esto; pero honestamente, a mi más. Jamás pensé que a la persona que llevara al altar fuera a una chica que conocí justo antes de empezar a salir porque eso fue lo que nuestros padres decidieron “por el bien de las empresas”.

Para el momento en el que escribo esto, estoy a horas de ir al altar, pues la boda es mañana. Sara por su parte, había celebrado su despedida de soltera hace unos días con sus amigas; yo por la mía no tengo amigos, así que utilicé la excusa de la despedida de soltero para ir a un bar.

Así que, aquí me encuentro, sentado en un bar, tomando un trago con la pinta más miserable que he podido tener en mi vida. Detrás de mi hay un montón de personas disfrutando de su noche, especialmente hombres. En este tipo de bares es extraño ver mujeres, aunque a veces las ves disfrutando por ahí.

Uno de estos chicos me habla, y la verdad por el ruido de la música no alcanzo a oír lo que dice, así que solo procedí a asentir a lo que me dijo. Me entregó un cartoncito de unos cuantos cm, del que yo ya conocía. “¿Por qué no?” Pensé, a fin de cuentas, probablemente hoy sea la última noche de mi libertad. Puse el cartoncito en mi lengua y antes de sentir sus efectos, lo último que vi fue el vídeo de “I Want To Break Free” de Queen, con el que Freddie Mercury creó un escándalo junto a su banda por haberse vestido como el sexo opuesto.

Tal vez, la decisión que acababa de tomar no había sido la más inteligente. Ahora me encontraba con esta idea loca que me acababa de llegar: mi misión era matar a Freddie Mercury. Si, al cantante que acababa de ver en la televisión del bar. Había tenido la realización de que su presencia era mala para nuestro mundo, tal vez toda su misión había sido volver al mundo un lugar peor y ahora la mía sería mejorarlo, acabando con su vida.

Pensémoslo así, acababa de encontrar mi misión de vida y tal vez esa era la respuesta para acabar con esta miseria de vida que me había sido asignada. Matar a Freddie significaría convertirme en un héroe para el mundo, quien no se había atrevido a actuar ante el reino de terror que Mercury había implantado desde que saltó a la fama. Decidí que tenía que ponerme manos a la obra de una vez, así que pagué lo que había estado tomando y salí del bar.

Fui a la búsqueda del arma que mantenía escondida por si alguna vez llegase a necesitarla, y entonces decidí investigar en que parte podría encontrar al vocalista de Queen. Decidí googlear sitios donde quizás podría encontrarlo. Así que en la oscuridad de la noche tomé mi auto y empecé a dirigirme a ellos.

Fue complicado llegar a todos los lugares que el artículo decía donde quizás Freddie se podría encontrar. Mi despedida de soltero se convirtió en una larga noche de aventura, donde había descubierto mi misión y tenía que cumplirla. Pasé por Hyde Park, donde decía que Queen daría un concierto el 19 de Julio a las 6pm, aunque no encontré nada. Luego pasé por Wembley, recordado por el famoso concierto de Live Aid y donde al parecer frecuentaba con otros artistas como David Bowie o Elton John, pero tampoco encontré nada. Así que decidí dirigirme a Logan Place en Kensington, donde quedaba la vivienda del artista, probablemente ahí si lo encontrara.

Para este momento, ya había pasado horas tratando de encontrar a Freddie, tal vez iba a ser más complicado de lo que pensé, pero yo debía de cumplir mi misión de vida y mucho tiempo no tenía. Tenía que lograrlo antes de mi boda, que se daría mañana.

Para el momento en que por fin me encuentro llegando a Kensington, de algún lado empiezo a escuchar la melódica voz de Whitney Houston cantando “I Will Always Love You” y entro en una especie de trance, parando el auto en seco, empiezo a revivir una memoria que estaba escondida bajo alguna capa de mi cerebro.

-       “Era lunes 1 de febrero de 2021, alrededor de las 11am en el lugar donde residía para ese momento.” – me relato él en uno de esos momentos de vulnerabilidad que habíamos compartido – “Mi papá había tenido una ACV la madrugada del domingo, que no daba muy buena esperanza de recuperación. Esto tenía mis ánimos bajos, estaba por tomar una ducha, así que decidí colocar una playlist de canciones que me parecían suaves, relajantes”. – pausó – “Mientras terminaba la preparación para entrar al baño recibí una llamada de la pareja de mi papá, ella era la única que se encontraba con él, así que su llamada significaba noticias. No recuerdo sus palabras exactas, pero me parece recordar que dijo que había hablado con los médicos y que ellos creían que lo mejor era desconectarlo, que unos minutos más tarde lo iban a hacer.” – continuó – “Al colgar, coloqué mi celular sobre el marco del lavamanos, y la música que se encontraba sonando desde antes, continuó. “I Will Always Love You” de Whitney Houston estaba sonando. Recuerdo claramente lo que dijo en ese momento la canción: “Así que me iré, pero sé, pensaré en ti en cada paso del camino. Y siempre te amaré”.

“Esta es una canción que siempre me ha gustado” – me dijo – “pero en ese momento, sintiendo la tristeza de perder a alguien tan importante para mí, que sonara justo cuando me decían que estaba a minutos de perderlo, la letra comenzaba a golpearme distinto.” – comenzó a cantar la letra de la canción mientras sus ojos aguantaban las lágrimas – “Memorias agridulces, eso es todo lo que llevo conmigo. Así que, adiós. No llores por favor”. – para este momento las lágrimas que aguantaba empezaron a caer por sus mejillas, yo solo podía sostener su mano y apretarla con fuerza, así él sabría que contaba conmigo – “Mi papá y yo tuvimos una relación complicada, pero en los últimos años nos habíamos vuelto más cercanos, aunque había una considerable distancia de tierra entre nosotros. Así que escuchar esa canción en ese momento, me marcó porque – levantó los hombros – siento que parte del sentimiento de pérdida, siempre busca señales de que la persona que se ha ido, de alguna forma sigue contigo y desde ese momento he querido creer que esa fue un mensaje que él mandó a través del universo”.

Su historia terminaba con él diciendo “Por distintas razones, a mi papá no lo desconectaron minutos después. Su muerte se produjo por una causa diferente unas horas más tarde. Pero la marca que dejó esa canción sigue siendo significativa sin importar como se dieron las cosas.”

Fue entonces cuando me di cuenta, la misión de mi vida no era matar a Freddie Mercury, empezando porque Freddie se encontraba muerto desde hace muchos años atrás. Tal vez la misión de mi vida había sido amarlo a él, al mismo que bailaba Dancing Queen en la disco como si la felicidad de su vida dependiera de ello. Pero me lo habían quitado. Siempre tuve la teoría de que no fue un accidente, que él no fue víctima de un ataque del azar, que todo eso fue hecho a propósito para separarnos.

Y ahora empezaba a creer, que la misión de mi vida me había sido dada hace muchos años y que me fue quitada cuando mi familia descubrió que amaba a un él en vez de a una ella.

            Algo tenía claro, mi misión nunca fue dirigir el negocio familiar como me hicieron creer. Y aunque había buscado ignorar este sentimiento por años, desde que a él lo hicieron partir, ahora podía volver a encontrarlo. Con este pensamiento en mente, tomé el arma y esperé volver a verlo otra vez.  

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