martes, 11 de mayo de 2021

El Camino de Regreso. Cuento.

             


Miro el reloj antiguo que cuelga de la pared una vez más antes de irme, 17:59, perfecto para salir del turno que termina a las 18:00. Tomo el maletín con los documentos que he de llevar a casa hoy y me dispongo a ir a la salida. Llegando allí veo que no se encuentra el enano que ejerce función de botones o como sea que le digan a ese oficio, bufo, “le pagan por hacer un trabajo de mierda” pienso y apoyo contra el suelo y dentro de mis piernas el maletín, tomo mi abrigo y luego de tenerlo puesto, agarro mi sombrero y me dispongo a salir de la oficina.

            Antes de salir, ojeo una vez más mi escritorio, chequeando de que hoy no se me haya olvidado algo que deba de llevar a casa; mi escritorio bien ordenado, veo algunos libros, usualmente suelo llevar alguno para mi hijo mayor quien, al igual que su padre, se encuentra en este mundo de la diplomacia; al mirar no me parece ver ningún título que él pueda necesitar o que me haya pedido, veo algunos libros sobre leyes, otros de entretenimiento personal, y por último el libro con jeroglíficos regalo de los trabajadores de la embajada egipcia cuando vinieron de visita a la oficina el año pasado.

            Cierro la puerta de la oficina detrás de mí, miro el ambiente a mi alrededor y empiezo la caminata hacia mi hogar que, afortunadamente, no se encuentra muy lejos de ahí. Durante el comienzo de mi trayecto pienso en lo solitaria que se ve la calle esa noche y me sorprende, esta parte de la ciudad no suele ser un lugar solitario, se encuentra llena de oficinas gubernamentales, y usualmente a esta hora, suele ser la salida de la mayoría de los trabajadores. Quizás, ¿se me pasó la hora de salida y no lo noté?, pero el reloj decía 18:00 cuando salí – la verdad, me siento un poco confundido – Podrá ser que ¿el enano inútil de la oficina olvidó restablecer el reloj luego del último cambio horario?

Me encuentro tan ensimismado en mis pensamientos, que no noté que un perro negro comenzó a caminar a mi lado, cuando lo observo me sorprende lo grande que es, sino fuera porque nos encontramos en plena ciudad, pensaría que es un lobo del bosque o algo así. El pensamiento me hace reír, es absurdo pensar en encontrar un lobo en el centro de Londres y más a esta hora, cualquiera que sea.

Mientras voy caminando, un recuerdo viene a mí, sorprendentemente uno de mi infancia: mi padre y yo nos encontrábamos en el patio de nuestro hogar, jugábamos y el pequeño niño que alguna vez fui, reía mientras que, en mi triciclo, trataba de huir de las garras de mi padre, que sabía buscarían hacerme cosquillas si lograban atraparme. Volteo a la puerta y ahí veo a mi madre, su hermoso cabello ceniza recogido en un peinado casi perfecto, su vestido azul con lunares blanco que hacia que sus ojos resaltaran veía la escena mientras reía.

            - ¡Mamá!, ¡ayúdame! – gritaba el pequeño yo de 6 años aproximadamente, mientras reía

            - Tu ayuda ha llegado pequeño – respondió ella mientras reía dulcemente – Henry, es hora de comer, también trae al niño – Ya había dejado de pedalear mi triciclo, por lo que mi padre me tomo por detrás y me alzó entre sus brazos.

            Sonreí con nostalgia, me parecía extraño que ese recuerdo viniera de la nada, pero entonces, otro recuerdo llegó a mí; el nacimiento de mi primer hijo, honestamente, solo recordaba cuando lo vi y lo tuve entre en mis brazos por primera vez, probablemente después de admirarlo unos minutos, salí de la clínica a seguir con mi trabajo; Hoy en día aquel pequeñín se encontraba a punto de convertirse en un gran diplomático como su padre, definitivamente, creo poder decir que ese niño, ya no tan niño, es mi orgullo. Tengo otros hijos, 4 en total. 3 de ellos varones y una niña.

            Luego del nacimiento de mi primer hijo, no recuerdo el de los otros varones, probablemente los conocí cuando llegaron con su madre a la casa, pero en mi defensa, el trabajo es mi prioridad y los recién nacidos suelen ser todos iguales, por qué habría de sentirme culpable por ello; debido a eso es que a ellos les espera un gran futuro, graduándose de las mejores universidades del país y logrando grandes cosas debido a los contactos que he logrado hacer con los años.

            El único que si recuerdo es el de mi niña, apenas la vi supe que no quería que nadie la hiriera jamás, y me he encargado de que eso sea así. Ella solo merece lo mejor y es eso lo que he buscado darle durante todos estos años. Así, logré lo que es ahora, mujer de un político de renombre, exactamente la vida que ella merece.

            Llevo un rato caminando, y no sé si debido a tantos pensamientos me he perdido, miro alrededor y me parece que estoy en el camino correcto para llegar a mi hogar, pero creo que han pasado unos 20 minutos desde que deje la oficina; usualmente, el trayecto a casa dura 5 minutos, 10 si como hoy, me encuentro pensando en otras cosas. Al mirar una vez más a mi alrededor, noto que el perro que decidió seguirme después de la oficina sigue ahí, ¿Habré olvidado tomar mi almuerzo y es el olor que lo atrae? Alzo mi maletín para revisar de si he olvidado consumir la comida que ese día mi esposa hizo para mí, pero antes de poder abrirlo empiezo a escuchar unos gritos ensordecedores, gritos que reflejan miedo; miro a mi alrededor empezando a sentirme asustado con todas las cosas extrañas que me han estado sucediendo.

            Los gritos empiezan a volverse más estridentes, si eso es posible, y reconozco que son de una mujer, ¿estarán perpetrando un robo en la esquina?, sigo buscando atentamente de donde viene cuando la dama empieza a llorar y retumba en mis oídos como si estuviera pasando frente a mí. Es entonces cuando parece que entro en un trance y la chica de los alaridos está delante de mí, “la conozco”, pienso. Pequeñas imágenes transcurren en mi memoria como si mi consciencia hubiese decidido que era una buena hora para ver fotografías.

            La joven llorando, pedazos de un espejo roto en el suelo, la castaña suplicando que la deje en paz, un cuchillo en mi mano; me siento agobiado, no quiero ver más esto, no entiendo que está pasando, quiero llegar pronto a mi hogar y creer que esto no es más que una pesadilla. De repente, como si la persona que controla el universo me hubiera oído, me encuentro de nuevo en el camino a mi casa, miro a mi alrededor, ya no se oyen los gritos ni tampoco está el perro que me acompañó durante mi trayecto. Al voltearme para seguir mi vuelta a casa, veo una luz blanca que ilumina todo desde el final de la calle, entonces, el miedo vuelve a mí, trato de regresarme por donde vine tratando de conseguir alguien que me ayude a salir de esa locura; pero la velocidad de la luz me gana y me consume.

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